Mi amiga
Yo tenía una amiga. No de esas amigas con las que una toma café con frecuencia, pues vivíamos a kilómetros de distancia. No de esas amigas con las que una habla, aunque sea por teléfono, cada poco tiempo. Éramos ese tipo de amigas por conexión, por afinidad, de esas personas que se reconocen entre la multitud y, sin necesidad de explicar más, empiezan a quererse. De esas amigas unidas por sentirnos un poco extrañas, incómodas, en unos entornos donde prevalecían actitudes y comportamientos que no nos convencían. Nos vimos solo dos veces en persona. Era entusiasmo puro, mi amiga. Una mujer buena, honesta, una auténtica apasionada de la escritura y los libros. Aún me resisto a creer que se fuera mi amiga, cómo olvidar el brillo de sus ojos, su sonrisa. Aún me sorprenden las lágrimas brotando, impetuosas, rebeldes, cuando, de repente, sin previo aviso, en el lugar o momento …