Las pequeñas tonterías

Hoy me apetece escribir sobre pequeñas tonterías. Como esa frase, esa metáfora, esa historia que tanto nos ayuda, pero que nos decimos a nosotros mismos que es una tontería, restándole, así, gran parte de su enorme y trascendente valor. O como eso que nos ocurrió en la infancia, no una vez, sino muchas, y nos dejó una huella difícil de borrar, pero como nos dijeron que era una tontería, y creímos que era una tontería, se quedó ahí en el pozo de los recuerdos que, aunque pensemos lo contrario, nunca desaparecen, solo duermen a la espera del mejor momento para acecharnos. Tal vez, en el catálogo de pequeñas tonterías esté también eso que nos pasó con un amigo o una amiga, pero como era un tontería, y nunca lo hablamos, acabó convirtiéndose en un muro infranqueable que hoy nos separa. Y, no sé por qué, me viene a la cabeza …

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Atados a una estaca

Los cuentos, las metáforas, las historias nos ayudan a entender ideas complejas de una manera muy sencilla que supera nuestras principales barreras mentales. Hay un cuento de Jorge Bucay, El elefante encadenado, en el que reflexiona sobre por qué en los circos los elefantes mayores permanecen atados a una estaca, a pesar de que su fuerza les permitiría ampliamente desligarse de ella, tan solo porque desde pequeños fueron acostumbrados a ese yugo, no conocieron otra realidad: aprendieron a vivir atados. Quizá intentaron soltarse una y otra vez cuando eran pequeños y débiles y, al no conseguirlo, concluyeron que no merecía la pena esforzarse, desistieron de intentarlo una vez más. Justo lo que se conoce en psicología como indefensión aprendida. Si ya has leído alguna de mis publicaciones anteriores, quizá te hayas dado cuenta de que una de mis preocupaciones fundamentales es cómo somos capaces de desaprovechar nuestros talentos, energías, fuerzas, …

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¡Basta ya!

Llevo muchos días sin publicar, y no por falta de ganas ni de intención, simplemente, había perdido mi voz. Me suele pasar cada cierto tiempo. Empiezo a escribir, pero nada me convence, no encuentro el tono y dudo de que verdaderamente te pueda aportar algo de interés y, entonces, llega el silencio. Por supuesto, como buscadora incansable (como te contaba aquí), he reflexionado mucho sobre las causas de esta pérdida de voz, que lleva aparejada una desconexión interior, como si los ruidos externos me distorsionaran en exceso, hasta llegar a descentrarme. Y he pensado tanto en esto que me he decidido a volcar mis conclusiones, mis reflexiones, mi aprendizaje, en una minipublicación que va a llevar como título: ¡BASTA YA!: atraviesa tus bloqueos. ¿El porqué de este pequeño proyecto? Más allá de mi caso particular, me crea una enorme tristeza encontrarme constantemente personas con las alas cortadas, empequeñecidas, prisioneras de …

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