Las pequeñas tonterías

Hoy me apetece escribir sobre pequeñas tonterías.

Como esa frase, esa metáfora, esa historia que tanto nos ayuda, pero que nos decimos a nosotros mismos que es una tontería, restándole, así, gran parte de su enorme y trascendente valor.

O como eso que nos ocurrió en la infancia, no una vez, sino muchas, y nos dejó una huella difícil de borrar, pero como nos dijeron que era una tontería, y creímos que era una tontería, se quedó ahí en el pozo de los recuerdos que, aunque pensemos lo contrario, nunca desaparecen, solo duermen a la espera del mejor momento para acecharnos.

Tal vez, en el catálogo de pequeñas tonterías esté también eso que nos pasó con un amigo o una amiga, pero como era un tontería, y nunca lo hablamos, acabó convirtiéndose en un muro infranqueable que hoy nos separa.

Y, no sé por qué, me viene a la cabeza esa emoción que nos acostumbramos a ocultar, a invalidar, porque, después de todo, era una tontería o eso aprendimos a creer.

Una pequeña tontería pudo ser aquello que quebró para siempre tu confianza en alguien, aunque te convencieras de su falta de importancia. Hasta que meses, a veces años, después de soportar esa suerte de suave sirimiri te descubrieras empapado, empapada, de dolor hasta los huesos.

Y, quizás, sea una pequeña tontería algo que te encantaría decirle a una persona, pero, claro, como es una tontería, te lo reservas, ignorando el efecto que tus palabras podrían tener sobre una vida.

Ay, qué de tonterías. Como eso de prestar atención a la manera de hablarnos a nosotros mismos, de cuidar nuestros diálogos interiores, ¿verdad? Al fin y al cabo, eso también será una tontería.

Y como así, entre tontería y tontería, he terminado este correo que quizá, por qué no, a ti te parezca eso, una…, mejor concluir con una frase adjudicada a Leonardo da Vinci: «Nuestras mayores tonterías pueden ser muy sabias».

Como siempre, muchas gracias por tu tiempo y atención. Un abrazo y que tengas una agradable tarde,

Berta Carmona Fernández

La dosis de belleza de hoy viene en forma de pieza musical: «Un di, felice, eterea», de La Traviata.

Imagen de Steve Johnson en Pixabay

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