La sabiduría interior

Como conté hace unos días por redes, llevo un tiempo dándole vueltas al tema de la voz o sabiduría interior; empezaré explicando a qué me refiero yo realmente. Ante las encrucijadas, cuando nuestro cielo queda encapotado por las nubes de la duda, cuando toca decidir o hacer apuestas importantes, algunas personas apelan a esa bendita sabiduría interior que consideran infalible, como una fuente de la que emanaran las respuestas que anhelamos.

Sin embargo, yo no puedo evitar preguntarme si tenemos realmente una voz interior, y, en caso afirmativo, de dónde viene, cómo accedemos a ella, si podemos fiarnos… Mi reflexión parte de que si esa voz está formada a partir de todas nuestras creencias y constructos, de nuestros pensamientos…, si estos fueran erróneos, ¿no lo sería también esa voz en la que estaríamos depositando toda nuestra confianza?

Por introducir un poco de humor, leí una vez en alguna red social eso de «Sé tú mismo, al menos que seas gilipollas». Y mira que me hizo pensar el chistecito. Después de todo, si nuestra voz está constituida en buena parte por nuestra gilipollez, nuestra estupidez, nuestra mediocridad…, y nos la tomamos demasiado en serio, estaríamos haciendo un pan como unas tortas.

Y he aquí una de las dimensiones que más me preocupan del tema: el peligro de algunas teorías o doctrinas que le dan demasiada importancia a una potencial sabiduría interna que deja de lado muchos otros factores (la escucha, la reflexión, el pensamiento crítico, la apertura…), con el riesgo de potenciar radicalismos y posturas inflexibles.

Frente a esto, para mí cada vez goza de más prestigio la duda, la duda filosófica, de la que habla como sigue Victoria Camps en su libro Elogio de la duda: «no como parálisis de la acción, sino como ejercicio de reflexión, de ponderar pros y contras…». «Dudar, en la línea de Montaigne, es dar un paso atrás, distanciarse de uno mismo, no ceder a la espontaneidad del primer impulso. Es una actitud reflexiva y prudente (…) la regla del intelecto que busca la respuesta más justa en cada caso».

Entonces, si existiera esa voz, ¿dónde reside?, ¿es conveniente seguirla como esos impulsos que a veces experimentamos o sería beneficioso distanciarnos como indica en el párrafo anterior la filósofa? Hay quien dice que hemos de enfocarnos en nuestro sentir, pero… ¿acaso los sentimientos no parten también de nuestros pensamientos? Parece que el asunto se complica…

En mi experiencia, los momentos de mayor conexión interior siempre vienen tras una buena pausa, después de la meditación (ya sea estática o en movimiento, caminando o nadando), por lo que pienso que el quid de la cuestión debe ir por parar el pensamiento en la medida de nuestras posibilidades, y entrenar esa habilidad de percibir los mensajes, las señales, que parecen proceder de nuestra esencia, muchas veces a través de sensaciones corporales.

Tal vez, entonces, se trate de un problema conceptual, y más que de voz sería adecuado hablar de sabiduría interior, entendiéndola como esos mensajes no verbales y, por tanto, no conectados con el pensamiento. Me acuerdo aquí de un fragmento que leí en una entrevista a Daniel Goleman, experto en inteligencia emocional: «En la región subcortical, mucho más conectada con las vísceras que con las áreas verbales, nuestro cerebro guarda las sensaciones más profundas de propósito y significado. Tenemos una voz interior que sabe más que nuestra mente y que nos habla a través del cuerpo, de las sensaciones viscerales. Cuanto más adecuadamente interpretemos esos mensajes, mejor será nuestra intuición».

Y llegamos a la intuición, algo que siempre me ha interesado profundamente, porque he experimentado su poder, porque cuando el camino se ha puesto oscuro, ella siempre me ha echado un capote. Y es que hay quien la llama la sabiduría del subconsciente. Repasemos algunas frases sobre la intuición que más me han impactado.

«La mente intuitiva es un don sagrado y la mente racional es un sirviente fiel. Hemos creado una sociedad que honra al sirviente y ha olvidado el regalo». Albert Einstein.

«La intuición es como leer una palabra sin tener que deletrearla. Un niño no puede hacer eso porque ha tenido muy poca experiencia. Una persona adulta sabe la palabra porque la ha visto a menudo antes». Agatha Christie.

«Confía en tus corazonadas. Por lo general, se basan en hechos archivados justo por debajo del nivel consciente». Joyce Brothers.

«El núcleo más íntimo de todo conocimiento auténtico y real es una intuición; y también cada nueva verdad es fruto de una de ellas». Arthur Schopenhauer.

«La intuición y no la razón atesora la clave de las verdades fundamentales». Buda.

«La intuición se acerca mucho a la clarividencia; parece ser la percepción extrasensorial de la realidad». Alexis Carrel.

«Creo en intuiciones e inspiraciones. A veces siento que estoy en lo cierto. No sé si lo estoy … [pero] me hubiera sorprendido si me hubiera equivocado. Soy suficiente del artista para dibujar libremente en mi imaginación. La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado. La imaginación rodea el mundo». Einstein.

Al final, supongo que todo depende de la posición desde la que miramos la vida. Desde una perspectiva espiritual, yo decido confiar en la existencia de una sabiduría interior a la que puedo acceder siempre que sé parar convenientemente, concederme momentos de calma y confiar en mi poder de conexión. Cuando me salgo de este marco, y me instalo en mi perspectiva pragmática (mis últimos años han sido un ir y venir de un marco a otro), la desconexión se produce, la luz se apaga y, en consecuencia, acabo perdiéndome.

Me acuerdo aquí de una frase de Carl Jung, «He tratado a muchos cientos de pacientes y no he visto ni uno, mayor de treinta años, cuyo problema, al final, no fuera encontrar una perspectiva espiritual de la vida». Pero la espiritualidad es un tema que bien merece su propia reflexión, así que lo dejaremos para otro día, que ya por hoy me he complicado bastante.

No termino sin hacer también una defensa de la duda, que en su justa medida, impidiendo que nos bloquee y deje en la parálisis por el análisis, es una buena amiga para construir un pensamiento crítico. Ya lo decía José Ortega y Gasset «Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de lo que enseñas».

Si has llegado hasta aquí, gracias por prestarme tu tiempo y atención. ¿Qué piensas tú sobre el tema?, ¿cuál es tu experiencia personal? Me encantará leerte abajo en los comentarios.

Mi agradecimiento a las personas que de alguna manera han colaborado en el artículo ayudándome a reflexionar y a través de sus comentarios en redes sociales: Unai Amundo, Salvador Moreno Valencia, Joaquín Peña, Manuel Casal y Jesús LV (Twitter).

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.

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