Lo mejor que puedo escribir hoy

Llevo mucho tiempo sin publicar en este blog. Una razón es que he estado muchos meses enfocada en un proyecto (no salió bien, pero se intentó); la otra es que tengo una decena de publicaciones en borrador que no me decido a sacar a la luz.

Te confieso que estoy cansada, muy cansada, de esa parte de mí tan severa, tan crítica, tan perfeccionista, que nunca está conforme con nada y no deja de gritarme mensajes paralizantes. “El perfeccionismo es una neurosis” escuché decir a Berta Meneses, maestra zen. Cuánta razón. Creo que es interesante tenerlo en cuenta porque puede parecer a veces algo guay, propio de personas excelentes, trabajadoras, comprometidas con sortear la mediocridad, pero acaba convirtiéndose en un lastre que nos lleva justo a lo contrario: no hacer nada o hacerlo peor de lo que podríamos.

La perfección no existe. No existen tampoco todos esos ideales a los que aspiramos muchas veces convirtiendo nuestras vidas en un conflicto, en pura lucha por llegar a algo que no tenemos, que no somos, y perdiendo con ello la posibilidad de disfrutar, apreciar, valorar… lo que tenemos y lo que somos.

Y perdiendo también montones de energías, y de confianza, y de paz. Bloqueándonos constantemente. Quedándonos paralizados ante cualquier posibilidad de fallo. De guay nada, una condena esto del perfeccionismo.

Claro que este artículo podría haberlo escrito desde otra “voz”, con otro estilo, mejor. Claro que quizá podría haberlo hecho más concreto, más amplio, más certero… Pero lo estoy escribiendo lo mejor que sé y puedo en este preciso momento.

Lo mejor que puedo dadas las condiciones y circunstancias que me rodean en estos momentos: la pared de mi escritorio recalentada por el sol que tenía encima hasta hace escasos minutos; mi hijo en la habitación que compartimos viendo una película con un volumen altísmo y las energías que pierdo en decirle que lo baje para que a los dos segundo lo vuelva a subir…

Lo mejor que puedo con el cansancio con el que he vuelto a despertarme hoy, seguramente porque con la llegada de septiembre regresan las exigencias, las presiones, el repartirme en tareas, facetas y funciones en las que se dispersan mis fuerzas…

Lo mejor que puedo con el miedo, siempre el miedo, a que tampoco haya llegado ya el momento de que algunos temas se encaucen como es debido y pueda dejar atrás tanta precariedad, tanta inestabilidad, tantas dudas…

Que espere a mañana, a otro día, me dice esa voz interior, en que quizá esté más despejada, más conectada, más qué sé yo… Que algunas veces me ha funcionado esperar… Que si no me da cosilla compartir “esto” (¿esto?) con mi audiencia después de tantos meses de silencio. Sí, quizá podría esperar, darle una vuelta, releerlo mañana, pasado mañana de nuevo, esperar a la semana que viene…, pero ¿cuántas veces esta espera no ha sido más que una excusa para no hacerlo, para no arriesgarme, para no exponerme?

Sí, lo confieso, me he cansado de esa voz. Y también de la otra que me dice que a quién puede importarle leer todo esto, que si no tengo algo más interesante sobre lo que escribir. Seguramente sí, pero no sé si ese algo tendría tanta verdad, si ese artículo “perfecto” reflejaría con tanta autenticidad mis dudas, mi cansancio, mi miedo en esta tarde de septiembre.

Y tengo pocas cosas claras, pero una de ellas es que la verdad es lo que más me importa en este momento de mi vida. Contar verdad. Compartir verdad (todo lo que esto sea posible, claro). Ese tipo de verdad que nos acerca, que desmantela la artificialidad con que se forjan algunas relaciones. El tipo de verdad que deja ver lo máximo posible a la persona detrás de la máscara, los escudos, todas esas capas que hemos ido amontonando para protegernos. La verdad que acompaña, que ayuda, que nos hace sentir menos solos, menos perdidos, menos vacíos…

Compartir verdad y escucharla, estar abierta, a la que me puedas contar tú, si es que has logrado llegar hasta aquí (¡gracias!) y te apetece dejarme un comentario. Lo intentaré hacer mejor la próxima vez, entenderás que hoy tenía que demostrarle a esa voz que no va a poder seguir manipulándome. 😉

6 comentarios en «Lo mejor que puedo escribir hoy»

  1. Naturalidad y facilidad de expresión, de las que, observo, vas más que sobrada. Verdad = sinceridad, transparencia. ¿Sabes? Una de las ventajas de hacerse mayor es que cada vez lo relatibizas más todo y menos te importa lo que piensen los demás. Evitando, claro está, no caer en el conformismo, la indiferencia ni el egoísmo. Y, como siempre te digo, me obligas a reflexionar. Gracias y no desistas.

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    • Muchísimas gracias por tu comentario, Fernando. Estoy muy de acuerdo contigo y me parece fundamental el matiz: no hay que caer en el egoísmo ni la indiferencia para ser conscientes de que nuestra vida no la podemos vivir nada más que nosotros. Gracias por tus palabras motivadoras, seguiremos siempre adelante y arriba, claro que sí. Un abrazo.

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  2. Seré sincero: yo lo he leído, hasta el final, y no difiere en el tono demasiado de lo que vienes escribiendo casi siempre por aquí, cuando me acuerdo de leerte. Esta vez es la «verdad», parece ser, el concepto que te ha llevado a animarte a escribir el texto, pero he de decirte, lo lamento, que a estas alturas de partido conceptos como los de verdad, libertad, amor…significan ya tan poco, se ha escrito tanto ya sobre ellos, pero están ahora tan prostituidos que uno no se cree nada… Al final, todo se reduce a ser conscientes de que somos muy poca cosa, que nuestro tránsito por acá es muy corto y nada perdura y que lo único que quizá podamos hacer es ser ecuánimes por dentro y compasivos por fuera, y que al final todo se reduce a intentar hacer placentero el desengaño y poco más. Uno, que atraviesa su etapa taoísta…Saludos.

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    • Muchas gracias por leerlo y por el comentario. Todo es muy complejo, sí, solo nos queda lo que comentas y dar pasos lo más coherentes que seamos capaces con cómo sentimos que deberíamos vivir. Creo. Un saludo y ¡gracias!

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