Me he asomado a la ventana a ver llover. Un buen rato. Y entonces me he dado cuenta de que era incapaz de recordar cuándo había sido la última vez que me había asomado a una ventana para ver llover con esta tranquilidad, con esta paz. Y justo ahí he sido consciente de cómo los principales cambios, las transformaciones personales más esenciales, ocurren tan lentamente, tan en silencio, a veces, que ni una misma las advierte… Hasta que una tarde cualquiera te descubres asomada a una ventana, viendo llover, abstraída en la plenitud de ese instante, y sientes que, ahora sí, todo es diferente.