Hace unos meses, leyendo una entrevista al cantante Dani Martín (“El canto del loco”), me sorprendió que decía que, después de mucho tiempo, se había dado permiso para hacer la música que deseaba.
¡Se había dado permiso! ¿Te das cuenta de la importancia, de la implicación, del significado de esta frase?
Me parece increíble, la verdad. Quizá más, viniendo de una persona con lo que se conoce como éxito en su trayectoria.
Curiosamente, comentaba también que en el colegio lo consideraban un niño malo, solo porque tenía mucha energía y se dispersaba.
Etiquetas, etiquetas y más etiquetas. Cuánto daño pueden hacernos. Qué manía con intentar uniformarnos a todos, condenar las diferencias naturales, culparnos por nuestra esencia…
No es extraño que este cantante dijera también en la misma entrevista que este «darse permiso», que narraba como una novedad, venía aparejado a haber dejado a un lado la aprobación externa, que por fin había entendido que no podía gustarle a todo el mundo.
No, no podemos gustarle a todo el mundo. De hecho, intentarlo me parece el camino más directo al fracaso.
Y, además, ¿para qué?
Hace unos días, en una red social, encontré esto de Juan Carlos Onetti: «No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escriban siempre para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar».
Más tarde, estaba escuchando un concierto de Chavela Vargas en el que, entre canción y canción, intercalaba reflexiones personales, y en una de ellas comentaba: «Cuando se va tras la verdad con la verdad por delante se llega donde se quiere llegar. En el canto, pero en todas las artes…».
La verdad. Ahí es. ¿Acaso no pasa por ella o termina ahí todo lo que merece la pena?
Verdad y autenticidad. No hay un mayor reto para un escritor, para cualquier artista y, en general, para la vida que buscar la verdad, nuestra verdad, ser uno mismo, ser una misma, encontrar nuestra auténtica voz y confiar en ella.
Pero para que esto sea posible, hemos de aprender a liberarnos de todas esas etiquetas que nos han (y nos hemos) echado sobre las espaldas a lo largo de los años. Atrevernos. Dar el primer paso o, en muchas ocasiones, dar un salto al vacío a pesar del miedo.
Es cuestión de deshacernos de esos corsés con los que nos hemos acostumbrado a vivir a pesar del lastre y el dolor que nos ocasionan.
P.S. 1: «Sé tú mismo. Los demás puestos están ocupados» (Oscar Wilde).
P.S. 2: Parece que fue Woody Allen quien dijo «No conozco la clave del éxito, pero sé que la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo».
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