Nos guardamos tantas veces un “me gusta”,
un “me encanta”;
un “¡¡me encantas!!”,
un “eres especial para mí”…
Nos guardamos tantas veces un “gracias por hacerme sentir así”,
un “gracias” profundo mirando fijamente a unos ojos.
Nos guardamos tantas veces un “qué buena estaba la comida”,
o “qué bien me has atendido”,
o “gracias por tu delicadeza al darme la noticia”.
Nos guardamos tantas veces todas esas cosas bonitas,
esas opiniones puras y sinceras
que a veces son todo lo que alguien necesita para sentirse importante, querido, apreciado, para encontrar sentido a lo que hace.
Qué sentiría esa joven que sonríe al atenderte a pesar de todas las dificultades de su vida,
si en lugar de irse a casa, hundida como siempre, por ese trabajo mísero que soporta,
tú y todos los que pensáis como tú le dijerais que su amabilidad y su sonrisa constituyen un rayo de luz en la grisura de vuestros días.
Cómo se sentiría ese joven artista, escritor, emprendedor…
que está pensando en tirar la toalla
si no te hubieras guardado ese me gusta,
si no hubieras vacilado en darle tu apoyo, cuando afanosamente
luchaba por defender su proyecto.
¿Y si esas palabras que te guardas tuvieran el poder de salvar una vida?
O de reconducir otra.
O de infundir las fuerzas necesarias para pelear a alguien que ha dejado de creer en sí mismo y ha pensado ya en renunciar.
¿Crees que cambiaría tu mundo, tu realidad, si elogiáramos más? ¿Si te elogiaran más?
Berta Carmona Fernández
Como decía Picasso (según se le atribuye), quien se guarda un halago se queda con algo que no le pertenece.