Philippe Claudel

Ayer día 3 de abril tuve la inmensa fortuna de poder escuchar a Philippe Claudel, que vino a Sevilla a presentar su nueva novela, “El archipiélago del perro”. Durante la hora y media que duró su intervención el mundo se paró, así fue para mí su capacidad de oratoria, el interés de las reflexiones, los temas que abordaba y el enfoque desde el que lo hacía. Cuando leí “La nieta del señor Linh” supe con nitidez absoluta que Claudel no era un autor cualquiera y ayer no pude más que constatarlo. A continuación hago un resumen de lo más interesante de la charla, para registrar mis recuerdos y por si os interesa tanto como a mí.

-Los maestros para él representan el saber, el eslabón esencial en la perpetuidad de la humanidad. Su función es la de aclarar lo oscuro, iluminar, y por ello los regímenes totalitarios van en su contra y los encarcelan e incluso acaban con sus vidas. El maestro en “El archipiélago del perro” está tan obsesionado con la verdad que en un punto otro personaje llega a decirle que está hecho de la materia de los locos o los mártires. 


-A través de la figura del maestro en esta nueva novela reflexiona sobre si sirve tener razón cuando uno está solo. Y en ese punto recordó una frase, por lo visto de Balzac (yo la desconocía): “Vale más un error común que una verdad no compartida”.


– Entre sus influencias literarias citó a Leonardo Sciascia, George Simenon y Vázquez Montalbán. Comentó su interés por las novelas negras en apariencia cuyo argumento no es más que una excusa para investigar sobre ese curioso animal que es el hombre y centrarse en el alma humana. Yo aquí me acordé mucho de otro autor al que admiro, Salvador Robles Miras.


– Habló de la culpabilidad y de la capacidad del ser humano para inventamos excusas que eviten que nos sintamos culpables.


– Sobre su manera de escribir, explicó que escribe varias novelas al mismo tiempo, que lo hace de manera natural, dejándose llevar por el deseo de escribir, por las ganas, sin presiones ni obligaciones. Comentó que él se siente como en en una habitación con varias puertas desde las que va recibiendo llamadas para que trabaje en un proyecto u otro. ¡Aquí me encontré yo profundamente identificada!


– Aunque la maduración de la historia fue lenta, escribió «La nieta del señor Linh» (una joya de novela para mí) en diez días.


– No empezó a publicar hasta los 34/36 años, aunque ha escrito desde siempre, desde que aprendió a hacerlo, porque siempre ha deseado escribir las historias que se le ocurrían. Sin embargo, le apasionaba su trabajo mientras escribía pero al día siguiente lo veía malo (algo muy común en los autores) y algo que le sigue ocurriendo: “me cuestiono la calidad de los libros, sigo escribiendo obras que guardo o tiro porque no son buenas”. Al final concluyó que en esa fase no tenía nada que decir porque no había vivido lo suficiente. Para escribir hay que conocer la dureza de la vida y lo maravilloso; haber perdido a alguien importante; en definitiva tener experiencia vital para que se afine la mirada, y se necesita tiempo para ello.


– Habló también del proceso de encontrar su estilo, su voz. Al principio emulaba libros que leía, pero lo hacía peor. Necesitó tiempo para no ser un subPascal, un subBalzac y dejar salir su propio yo. Empezó con cuentos cortos que ya no le parecían tan malos y así hasta su primera novela.


-Un artista ha de proponer una visión del mundo que nos haga cuestionarnos la realidad. Provocar un debate interior, abrir los ojos, hacernos despertar aunque sea con libros desagradables, inhumanos. 


– Cree en la capacidad del humor como lenguaje. Dijo que Kafka era un autor cómico, divertido, aunque nos lo hemos tomado demasiado en serio.


– Salió el tema muros y, cómo no, Trump, de cuya dimensión del cerebro hizo un comentario que os podéis imaginar. “Los muros mentales son los más difíciles de deconstruir. Los que vienen de las voces de los políticos, de los partidos extremos”. Para luchar contra ello hay que dialogar y de nuevo enlazó esto con la función de la literatura y el arte, como una mesa sobre la que se disponen alimentos para reunir a las personas y que compartan.


En definitiva, un encuentro inolvidable este con Philippe Claudel, que recordaré siempre. ¡Espero que haya sido de vuestro interés mi resumen!

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