Reflexión cultura (concierto Tomatito)

Hace un par de días, en el inicio del espectáculo “De Verdad”, de José Mercé y Tomatito, José empezó cantando completamente solo, sin ningún acompañamiento, en medio del escenario oscuro, frente a un auditorio de más de 2000 personas.

Mirando a ese hombre allí, tan solo, dando lo mejor de sí, no pude evitar pensar en la soledad del artista, del tipo que sea, en lo que supone exponerse y quedarse completamente al descubierto… Y pensaba en todo lo que habría tenido que superar hasta llegar a ser el Mercé de hoy; los temores, las dudas… En cuántas veces habría tenido que sobreponerse a críticas destructivas que pretendieron reducirlo… En las ocasiones en que le habrían temblado las piernas…

Y al mismo tiempo, mientras me deleitaba con esa maravillosa guitarra de Tomatito, y reflexionaba sobre el poder terapéutico que tiene para mí la cultura, pensaba en cuánto le debía yo, cuánto le debemos como sociedad, a todas las personas que se exponen de ese modo, que se atreven a hacer apuestas muy complejas, la mayoría de las veces teniendo que ir a contracorriente, rompiendo moldes familiares, saliendo de su zona segura, corriendo grandes riesgos… para poner su talento al servicio de la comunidad y conseguir embellecerla. Porque, ¿cuántas veces lo pensamos?, ¿cómo sería nuestra vida, nuestra realidad, sin esos libros que nos llenan, sin esa música sin la cual muchos no podríamos vivir, sin la posibilidad de contemplar la belleza a través de cualquiera de las formas de arte? Y pensando, y pensando, me venían a la mente también esos artistas callejeros, todos los cantantes y cantaores, todos los escritores y pintores, más o menos noveles, que se dejan la piel para que nuestro mundo, nuestras ciudades, nuestros barrios… sean lugares más agradables, más bonitos, más hermosos donde habitar. ¿Y qué hacemos con ellos?, lejos de ser premiados por la sociedad por sus imprescindibles aportaciones, son apartados, castigados (a través de la piratería, por ejemplo…), marginados…; les dejamos sin apoyo… Como una señal más de una sociedad enferma, mordemos las manos que nos acercan ese alimento tan necesario para el alma y permitimos que un sector imprescindible viva ligado íntimamente a una precariedad triste y lamentable.

Y ¿qué hacemos?, ¿qué hacemos? ¿Educamos a nuestros hijos para que valoren a los artistas? ¿Premiamos en la medida de nuestras posibilidades a esas personas que convierten nuestras calles en espacios más alegres regalándonos espectáculos gratuitos al aire libre? ¿Apoyamos a los escritores que comienzan? Creo que merece la pena la reflexión, preguntarnos, mirarnos bien adentro, y actuar en consecuencia…

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