Qué difícil es encontrar el término medio, vivir en él.
Muchas, muchas veces, me he identificado con una funámbula luchando por mantener el equilibrio en la cuerda floja. También, con una malabarista, siempre en tensión constante intentando que las mazas se crucen una y otra vez, una y otra vez, en un baile rítmico y equilibrado, elevando altura y bajando, una y otra vez…
Hasta que ¡plaf! El equilibrio se rompe, las mazas chocan contra el suelo y hay que parar, recoger lo que se ha caído y empezar de nuevo.
Una y otra vez en ese ciclo sin fin.
Ay, los términos medios; ay, esas preciosas utopías que una intenta alcanzar.
La última lucha de fuerzas contrarias que ha tirado de mí de un extremo hacia otro ha sido alrededor de una novela en la que he estado trabajando durante los últimos cinco años.
De un lado, la sensación de estar entrando en la peligrosísima parálisis por análisis. De otro, esta pasión por la escritura que me entrega a ella con el mimo del artesano, consciente de que una sola pieza fuera de sitio puede estropearlo todo.
Seguir revisando, borrando, cambiando, mejorando… o parar ya, dejarlo ya, poner punto final. Esa es la cuestión.
Ay, los términos medios.
Qué importante es reconocer cuándo estás a punto de trascender la línea y ya revisar un día más no es hacer mejor tu trabajo, no es ni siquiera perfeccionismo: es miedo.
Ese miedo al error que intenta protegerte paralizándote, impidiéndote dar el paso, seguir adelante, como si permanecer en pausa, en medio de ese bucle de dudas y temores, no fuese ya un riesgo, la equivocación más grande.
Ese miedo que busca una certeza que no existe, que nunca va a existir.
Ese miedo que te impide ir más allá de él, porque sabe que si eres capaz de trascenderlo, si eres capaz de actuar a pesar de él, perderá su voz.
Creo que era García Márquez quien decía que él tenía que entregar el manuscrito a su editor para no seguir corrigiendo. Yo, de momento, no tengo editor, así que corro un serio peligro de seguir y seguir revisando, borrando, corrigiendo, cambiando hasta que ¡plaf!, el equilibrio se rompa, las mazas choquen contra el suelo y tenga que pararlo todo y empezar de nuevo…
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Y a ti, ¿te suena de algo esto que te cuento? ¿Te cuesta tanto como a mí dar por terminado un proyecto? ¿Te resulta sencillo encontrar el equilibrio entre seguir revisando, mejorando y no dejarte paralizar por el perfeccionismo? Como siempre, me encantaría leerte y saber qué piensas.
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