En mis dos últimas publicaciones (puedes ponerte al día aquí y aquí) he escrito demasiado sobre acción. Luego, me quedé pensando que necesitaba complementar esas reflexiones con otra que me parece fundamental: el ser versus el hacer.
La toma de acción que yo considero importante y ese primer paso en el que pongo tanto énfasis no tienen por qué estar relacionados con la multiplicidad de tareas. De hecho, con el paso del tiempo, me inclino justo a lo opuesto: la simplificación de la agenda, la reivindicación de la pausa y la lentitud como estilo de vida.
Llegué a esto tras una confusión muy grave que he sostenido la mayor parte de mi vida y bastante sufrimiento como consecuencia.
Me refiero a la confusión entre el ser y el hacer. A creer que yo era lo que hacía, algo así como la suma de mis resultados: los puestos de trabajo desempeñados, los títulos, los cursos realizados, las actividades que llenaban mis horas, los viajes que realizaba…
Un error colosal, básico, que lo irradia todo. Un error muy común en esta sociedad y que tan dependientes nos hace de la opinión ajena.
En el origen, esa creencia disfuncional de que hay algo inapropiado en nosotros, que no somos suficientes y que nos condena a la tiranía de los “debería”, de la autoexigencia excesiva, de las culpas y reproches si no alcanzamos determinados estándares. (Si te interesa profundizar en tus posibles creencias limitantes, te invito a descargar, gratis, mi guía Atraviesa tus bloqueos).
Pendientes de lo que la sociedad nos pide para ser exitosos, aceptados, valorados…, nos olvidamos de quienes somos, de nuestros valores, lo que nos gusta, lo que nos hace vibrar y pone brillo en nuestros ojos…: el camino seguro a la frustración, la insatisfacción vital y los bloqueos.
Por tanto, no quisiera yo confundir con mi idea de tomar acción. Si queremos que algo cambie, debemos hacer algo, sí, pero ese algo puede ser una decisión.
Decir más “no”
Bajar el ritmo
Permitirnos el aburrimiento, tan sano y propulsor de la creatividad en su justa medida
Observar lo que tenemos alrededor
Entrenar la atención plena en lo que hacemos a cada momento
Salir a pasear, sin mayor pretensión
Meditar
Delegar
Cuesta creerlo cuando sufrimos esa tendencia al hacer, pero activar la pausa, despojarnos de tareas, es la estrategia más eficaz que conozco para mejorar nuestra productividad (con un enfoque humanista, dirigida a una vida más plena). Sin demasiadas presiones, nuestra mente se aclara, las ideas fluyen y nos es más sencillo dirigir el foco a lo que de verdad nos importa.
Y así, sabiendo quienes somos y lo que queremos, recuperando nuestra confianza interior sin importarnos tanto una medalla, título o certificado, la vida se convierte en un trayecto mucho menos espinoso, más agradable y lleno de sentido.
¿Qué piensas tú sobre este tema? Como siempre, me encantará leerte abajo en los comentarios o que me escribas a berta@bertacarmona.es
Algunas frases sobre el tema que guardo en mi cofre del tesoro:
«No tienes necesidad de brillar, no tienes necesidad de ser nadie más que tú mismo». Virginia Woolf.
«¡No corras, ve despacio,
que adonde tienes que ir es a ti solo!». Juan Ramón Jiménez.
«La gente corre tanto
porque no sabe dónde va,
el que sabe dónde va,
va despacio,
para paladear
el ir llegando». Gloria Fuertes.
P.S.: si te interesa recibir reflexiones como esta directamente en tu bandeja de entrada y antes de que se publiquen en el blog (algunas solo llegan a la lista y no las publicaré aquí), puedes suscribirte a mi lista de correos, aquí.
Image by Gerd Altmann from Pixabay