Abres los ojos y otra vez está ahí, últimamente te cuesta desligarte de ese pinchazo, esa sensación de malestar en el pecho o tal vez en el estómago.
Empieza el día, la rutina, pero ni tu cuerpo ni tus energías responden como te gustaría, como en otra época de tu vida, como necesitas para llegar a todo lo que tienes que hacer.
Respiras con dificultad. Suspiras.
La situación política, medioambiental, la pandemia, las guerras… Incertidumbre, temores, precariedad, responsabilidad… Los medios de comunicación bombardeando miedo.
Y la culpa, siempre la culpa. Y los reproches. Si te va bien, porque hasta pesa ser feliz en tiempos tan complejos, y, si tienes dificultades, porque deberías ser positivo, cambiar, hacer algo diferente…
Los deberías. Esos grandes tiranos.
No quieres vivir así, lo sabes, tú tienes un compromiso con la vida con sentido, con plenitud… Quieres disfrutar, exprimir el jugo de cada experiencia. Sin arte, sin literatura, sin cine o música, sin belleza… tú te asfixias.
Para colmo, en tu entorno no te acaban de entender. Piensan que te complicas, te exiges, le exiges a la vida demasiado… Más culpa. Más reproches.
Puede ser, sí. Quizá aspiras a unos ideales tan altos que es imposible alcanzar y te tienen con la lengua fuera. Los ideales y las exigencias, cuando son excesivos, se convierten en crueles tiranos.
Y tanta presión ha terminado por menoscabar tus energías. Arrastras un gran cansancio. Tan enorme y desde hace tanto ya que te has creído que forma parte de ti, que es algo que ya nunca va a cambiar.
Pero es solo un apagón. Se ha ido la luz. Te has quedado a oscuras. Pero la luz está ahí y puede volver. Va a volver. Volverá.
No me estoy refiriendo a depresiones ni problemas de salud mental mayores, sino a cuando tenemos la vida normalmente bajo «control», aunque sea luchando continuamente por el equilibrio, pero hay días o etapas en las que esa grisura tan cercana al negro lo invade, lo cubre todo, con una opacidad que asusta.
A mí me ocurre de una manera cíclica y la experiencia me ha enseñado la importancia de dominar ciertos recursos, de adquirir nuevos hábitos, de reunir las herramientas adecuadas que nos permiten prender la llama de nuevo cada vez con mayor destreza, con más agilidad.
Y, si tuviera que elegir una, tan solo una de esas herramientas, me quedaría con el hábito de hacernos una pregunta (cada mañana, cada vez que la llama empieza a flaquear…): ¿quién soy yo?
¿Quién soy yo? Esa es la pregunta esencial, a partir de la cual podremos ir definiendo cuáles son nuestros anhelos esenciales, los esenciales, no lo que creemos que queremos porque así encajamos aquí o allá, o porque somos aceptados o valorados… Quiénes somos de verdad, cuando se apagan los focos y baja el telón. Cuando nos quedamos a solas con nosotros mismos.
¿Quiénes somos? ¿Quién soy?
¿Con qué soñaba y dejé de soñar después de múltiples fracasos o frustraciones?
¿Qué me gustaba hacer antes de que las obligaciones se tragaran mis horas, mis días, mis semanas…?
Se trata de, a través de la introspección y la reflexión, conectar con nuestra esencia. Llegar hasta ese lugar interior donde se encuentra nuestra verdad, nuestra luz, y encenderla.
Porque tener bien presente nuestra verdad, quiénes somos, nuestros valores y propósito es un encendedor de alta potencia. Un pequeño motor que activa la conexión interior y nos devuelve la luz en esos desagradables, y sufridos, apagones.
Entre otras razones, porque si no sabes qué anhelas, qué quieres lograr, si no te recuerdas hasta verlo con nitidez qué es lo que te gusta, cómo te afecta vivir alejado de ello, te costará la propia vida definir tus prioridades y gestionar tu tiempo para dedicarte a las mismas.
Al menos, esta es mi experiencia, como todo lo que cuento en estas reflexiones que publico en mi blog: mi aprendizaje, mi camino, que solo te interesará si coincidimos, si lo vives y sientes de manera similar. En ese caso, tal vez te apetezca suscribirte para recibir las nuevas reflexiones directamente en tu bandeja de entrada y descargar gratis una guía en la que recopilé los principales aprendizajes que a mí me ayudaron a romper mi bloqueo vital y conectar con esa fuente primordial de luz y verdad.
Te deseo un día luminoso y, si por casualidad estuvieras experimentando ahora un apagón, que la luz llegue muy pronto. Llegará. Siempre llega. No dejes de confiar.
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Una recomendación: el otro día escuché el audio de esta entrevista a Susan David (la de la autora de la frase que me encanta “La valentía es el miedo andando”), me pareció magnífica para reflexionar sobre las emociones desde algo que me preocupa y me interesa muchísimo: la validación de estas, la necesidad de permitirnos sentir y experimentar… ¡Es genial!
Las frases de hoy: «Felicidad es la vida dedicada a ocupaciones para las cuales cada hombre tiene vocación singular». José Ortega y Gasset.
Un abrazo y mucha luz,
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Berta Carmona Fernández
Muchas gracias por tan conmovedoras palabras, cuidate. Un saludo
Muchísimas gracias a ti, Saray, por leer mi reflexión con tanto cariño. Te mando un fuerte abrazo, ¡mucha salud y calma!