El hábito del miedo

No voy a escribir en este texto sobre las innumerables realidades de la vida ante las que podemos sentir una angustia y un miedo tan fuertes y profundos como frente a los peores fantasmas de nuestra infancia. Tampoco, sobre el miedo como emoción natural, adaptativa y biológica que tiene su función protectora, y, por tanto, no es necesario cambiar.

Lo que pretendo abordar aquí es ese miedo o angustia que experimentamos en muchas ocasiones sin que existan causas reales que respalden dichas emociones. Esa tendencia, ese hábito (automático, inconsciente) que nos amarga la vida orientando nuestro foco de atención a algo inexistente y mal sesgado: lo peor que podría sucedernos. 

Pueden ser diversas las causas (creencias, modelos familiares, las historias que nos contamos sobre lo que nos sucede…), el resultado es que nos acostumbramos a vivir con miedo, ansiedad y angustia y lo normalizamos. Le abrimos la puerta sin mucha resistencia, incluso lo acomodamos en nuestro mejor sofá.  

Y acabamos teniendo miedo del miedo

Parece paradójico, pero escuchar a un psicólogo explicar así la ansiedad me ayudó mucho a comprenderla: tener miedo del miedo.

Y no quiero decir que a quienes esto nos resulte familiar seamos una especie de masoquistas a los que nos gusta sufrir (cero culpas, por favor), tan solo necesitamos comprender, saber por qué nos sucede: entender el funcionamiento de nuestro cerebro. 

Y en este viaje de conocimiento llegamos, una vez más, a las creencias. 

Lo que pensamos sobre la realidad, el filtro desde que interpretamos lo que nos llega, acaba por dar forma a unos patrones neuronales que constituyen nuestra manera de sentir y sentirnos. (Si te interesa saber más sobre este tema de las creencias limitantes y los patrones que dominan nuestra forma de pensar y sentir, te regalo mi guía Atraviesa tus bloqueos suscribiéndote a mi lista de correos).

Me ayudó a entender esto bien de verdad una metáfora de la escritora y psicóloga María Fornet: a fuerza de utilizarlas, de conducir miles y miles de veces por ellas, en nuestro cerebro se iluminan unas determinadas carreteras frente a otras. 

La buena noticia es que es posible cambiar, ¡claro que sí! ¿Cómo? Lo primero trabajando sobre nuestras creencias, conociéndolas, cuestionándolas y sustituyendo las que nos estén limitando o haciendo daño. 

Y, por supuesto, a través de la experiencia y la prácticaempezando a conducir por carreteras nuevas, aún oscuras, hasta que vayan iluminándose tras mucho transitarlas. Puede ser experiencia real o imaginada, engañando al cerebro a través de la visualización, insistiendo en recrear un determinado sentimiento… Si te interesa, hablé sobre este tema en otra publicación anterior que puedes leer aquí.

Una vez más, gracias por leerme y prestarme tu atención. ¿Qué opinas tú sobre este tema? ¿Has sentido alguna vez miedo al propio miedo? Me encantará leerte en los comentarios si te apetece compartir conmigo tus impresiones sobre este u otro tema.

Si te ha gustado este artículo y te interesa el contenido de mi blog, ahora puedes suscribirte aquí para que te lleguen las nuevas publicaciones directamente a tu bandeja de entrada.

También puede interesarte esta reflexión que grabé sobre la aceptación.

Si has llegado hasta aquí, consideras que este contenido tiene valor o te ha ayudado, y deseas apoyarlo, puedes hacer un Bizum al 614 241 949 para ayudar al mantenimiento de la web o invitar a un café a la autora ;). ¡Gracias de antemano!


Deja un comentario

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies