Vecino lector

Tengo un vecino lector, no un lector cualquiera, no, de puertas para adentro, como somos muchos. Mi vecino lector de quien hoy escribo lee por la calle, mientras camina, sí, mientras desayuna en una cafetería, mientras almuerza en la terraza de un bar… No conozco de nada a mi vecino lector, porque ni siquiera vive en mi bloque ni en mi calle ni jamás hemos cruzado una palabra, pero cuando lo veo un resorte positivo se activa en mí. Me da paz mi vecino lector, me gusta que viva en mi barrio y poder cruzarme tantas veces con alguien que ame los libros así, hasta el punto de caminar con la cabeza entre las páginas. Es patrimonio mi vecino lector, si de mí dependiera, ya tendría una estatua, un busto o una placa. Foto compartida bajo Pixabay License. De josemdelaa.

Un paquete de galletas

No sé dónde habrá dormido esta noche, si tendrá algo que separe su espalda de un suelo frío, húmedo, abrupto… No sé si habrá tomado alguna bebida caliente antes de comenzar una nueva jornada o desde cuándo no se llevará una comida en condiciones a la boca. No sé qué pensará cuando nos ve cada día salir de nuestro cómodo hogar, cogidos de la mano, cantando canciones infantiles camino de la guarde, intercambiando miradas cómplices; si añorará a algún hijo, sobrino o nieto que haya tenido que dejar en su país, o a un ser amado perdido para siempre… No sé con qué sueña, cuál es su motor principal, qué guarda en la mochila de la vida que todos cargamos… No sé de dónde viene ni adónde va… Todo lo que sé de él es que cada mañana, su rostro se ilumina con el saludo de mi hijo, y que …

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